Hoy, Vivi es una adolescente pletórica. A sus 16 años ha conseguido resolver su obesidad. Hace cuatro meses pesaba 74 kilos. Ahora, 65. Nueve kilos que se ha quitado de encima. «Yo tenía ansiedad y me asomaba al frigorífico. Comía todo lo que había. Siempre a deshoras. ¡Ya puedo ir a la discoteca! He aprendido a comer y, por suerte, la nevera ya no es mi amiga. Me estaba arruinando la vida».
El sufrimiento de esta joven no es un caso aislado. En la comunidad madrileña hay casi 1,2 millones de menores de hasta 17 años. De ellos, 300.000 tienen sobrepeso o, peor aún, son obesos. O, lo que es lo mismo: el 25% de estos menores supera el Índice de Masa Corporal (IMC) normal, según un estudio elaborado por el Gobierno regional. Ese porcentaje se distribuye de la siguiente manera: un 13% muestra sobrepeso, otro 12% ya está en la categoría de obeso y, finalmente, un 0,1% tienen obesidad mórbida. Se sabe que por las consultas de Pediatría ha pasado algún niño de dos años con 20 kilos de peso.
En plato de postre
Nos encontramos a Vivi, búlgara de origen, a punto de entrar en una sesión de «Desayunos saludables», un programa del departamento de Pediatría del Hospital Universitario de Getafe. Curiosos y medio dormidos, van llegando Bea, Carlos, Nico, Tere, Damián, Sonia y Andrea. Todos están en tratamiento para adelgazar. A todos les han explicado, desde el primer día de consulta, que lo importante es comer de forma saludable, en plato de postre y hacer ejercicio.
Les espera una mesa llena de alimentos para esa primera comida, la más importante, de la jornada. Un desayuno a base de yogures edulcorados, leche desnatada, pan blanco, aceite de oliva, tomate en rodajas, cereales, zumo de naranja y varios tipos de fruta, especialmente kiwis.
Pilar Carpintero, enfermera educadora en Nutrición, ha pesado previamente a todo el grupo. Se nota que la quieren y la respetan. Con su uniforme estampado de coloridos muñequitos, pantalón y zapatillas color violeta, les anima a sentarse en la mesa. Junto a Pilar está Félix García-Villanova, psicólogo clínico y parte también del equipo que batalla aquí contra la obesidad infantil. También hay endocrinos, nefrólogos, digestivos, cardiólogos y pediatras.
Mientras los chavales van tostando el pan y pringándolo de aceite, Pilar y Félix les explican que, además de comer sano, es imprescindible hacer ejercicio. «Andar, por ejemplo, durante media hora al día... ¡Y moviendo la pelvis!», dice la enfermera. La miran y se sonríen, claro, por el vaivén de caderas que hace, pero toman buena nota de sus explicaciones.
Este equipo del Hospital de Getafe dispone de un teléfono corporativo para resolver cualquier duda que surja de sopetón, sin importar día y hora, a las familias de los niños obesos o con sobrepeso en tratamiento.
También se realizan desayunos saludables con los padres. «Son una de las partes importantes del programa. Ellos tienen que involucrarse en la solución al problema de sus hijos», asegura el psicólogo.
Félix y Pilar saben que también hay que curar las secuelas psicológicas del sobrepeso y la obesidad. «Pierden la autoestima. Se acusan a sí mismos de que no encajan socialmente. Lo difícil es quitarse el hábito de estar todo el día picando. Cuando lo logran y pierden peso, se ven con mayor movilidad y sube su autoestima para todo; para mejorar en los estudios y para relacionarse», comenta el psicólogo clínico.
Hoy toca familiarizarse con el Índice de Masa Corporal (IMC). No es bueno superarlo. Tampoco tenerlo muy bajo porque llega la anorexia. ¿Y cómo se calcula?: peso dividido por estatura en metros al cuadrado. Con un IMC superior a 25 se tiene sobrepeso; si pasa de 30 ya hay obesidad.
«¿Sabéis que una bolsa pequeña de patatas fritas tiene 1.500 calorías?. ¡Vamos, algo así como casi toda la dieta de un niño!», les dice Pilar. Los críos abren los ojos como platos. No les cabe en la cabeza.
Cúmulo de enfermedades
Las matemáticas no engañan. Para saber, por ejemplo, cuántas calorías debe consumir al día un chaval de 8 años hay que sumar a mil los años del niño después de multiplicarlos por cien. Así: 1.000 + (8x100): 1.800 calorías. El cálculo es orientativo porque hay que contar con la genética y la cantidad de ejercicio que se realiza. Prohibido pasarse las horas frente a la tele, el ordenador o la consola.
La obesidad es una enfermedad crónica que pone en riesgo la salud. Y si es infantil supone el caldo de cultivo para enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión arterial y colesterol, trastornos psicológicos y desplome de la autoestima. «Comer sano para ser feliz». Con esta frase cierra Pilar Carpintero este desayuno saludable. Que no se olvide.
Fuente: abc.es
El sufrimiento de esta joven no es un caso aislado. En la comunidad madrileña hay casi 1,2 millones de menores de hasta 17 años. De ellos, 300.000 tienen sobrepeso o, peor aún, son obesos. O, lo que es lo mismo: el 25% de estos menores supera el Índice de Masa Corporal (IMC) normal, según un estudio elaborado por el Gobierno regional. Ese porcentaje se distribuye de la siguiente manera: un 13% muestra sobrepeso, otro 12% ya está en la categoría de obeso y, finalmente, un 0,1% tienen obesidad mórbida. Se sabe que por las consultas de Pediatría ha pasado algún niño de dos años con 20 kilos de peso.
En plato de postre
Nos encontramos a Vivi, búlgara de origen, a punto de entrar en una sesión de «Desayunos saludables», un programa del departamento de Pediatría del Hospital Universitario de Getafe. Curiosos y medio dormidos, van llegando Bea, Carlos, Nico, Tere, Damián, Sonia y Andrea. Todos están en tratamiento para adelgazar. A todos les han explicado, desde el primer día de consulta, que lo importante es comer de forma saludable, en plato de postre y hacer ejercicio.
Les espera una mesa llena de alimentos para esa primera comida, la más importante, de la jornada. Un desayuno a base de yogures edulcorados, leche desnatada, pan blanco, aceite de oliva, tomate en rodajas, cereales, zumo de naranja y varios tipos de fruta, especialmente kiwis.
Pilar Carpintero, enfermera educadora en Nutrición, ha pesado previamente a todo el grupo. Se nota que la quieren y la respetan. Con su uniforme estampado de coloridos muñequitos, pantalón y zapatillas color violeta, les anima a sentarse en la mesa. Junto a Pilar está Félix García-Villanova, psicólogo clínico y parte también del equipo que batalla aquí contra la obesidad infantil. También hay endocrinos, nefrólogos, digestivos, cardiólogos y pediatras.
Mientras los chavales van tostando el pan y pringándolo de aceite, Pilar y Félix les explican que, además de comer sano, es imprescindible hacer ejercicio. «Andar, por ejemplo, durante media hora al día... ¡Y moviendo la pelvis!», dice la enfermera. La miran y se sonríen, claro, por el vaivén de caderas que hace, pero toman buena nota de sus explicaciones.
Este equipo del Hospital de Getafe dispone de un teléfono corporativo para resolver cualquier duda que surja de sopetón, sin importar día y hora, a las familias de los niños obesos o con sobrepeso en tratamiento.
También se realizan desayunos saludables con los padres. «Son una de las partes importantes del programa. Ellos tienen que involucrarse en la solución al problema de sus hijos», asegura el psicólogo.
Félix y Pilar saben que también hay que curar las secuelas psicológicas del sobrepeso y la obesidad. «Pierden la autoestima. Se acusan a sí mismos de que no encajan socialmente. Lo difícil es quitarse el hábito de estar todo el día picando. Cuando lo logran y pierden peso, se ven con mayor movilidad y sube su autoestima para todo; para mejorar en los estudios y para relacionarse», comenta el psicólogo clínico.
Hoy toca familiarizarse con el Índice de Masa Corporal (IMC). No es bueno superarlo. Tampoco tenerlo muy bajo porque llega la anorexia. ¿Y cómo se calcula?: peso dividido por estatura en metros al cuadrado. Con un IMC superior a 25 se tiene sobrepeso; si pasa de 30 ya hay obesidad.
«¿Sabéis que una bolsa pequeña de patatas fritas tiene 1.500 calorías?. ¡Vamos, algo así como casi toda la dieta de un niño!», les dice Pilar. Los críos abren los ojos como platos. No les cabe en la cabeza.
Cúmulo de enfermedades
Las matemáticas no engañan. Para saber, por ejemplo, cuántas calorías debe consumir al día un chaval de 8 años hay que sumar a mil los años del niño después de multiplicarlos por cien. Así: 1.000 + (8x100): 1.800 calorías. El cálculo es orientativo porque hay que contar con la genética y la cantidad de ejercicio que se realiza. Prohibido pasarse las horas frente a la tele, el ordenador o la consola.
La obesidad es una enfermedad crónica que pone en riesgo la salud. Y si es infantil supone el caldo de cultivo para enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión arterial y colesterol, trastornos psicológicos y desplome de la autoestima. «Comer sano para ser feliz». Con esta frase cierra Pilar Carpintero este desayuno saludable. Que no se olvide.
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