lunes, 15 de julio de 2013

El dolor de Margarita, la adolescente obesa

Cuando Margarita Boites cursaba primer año en la secundaria número 44, en el oriente del DF, había un chavo de tercero que la perseguía implacablemente.

Le tenía mucho miedo. Mentira. Miedo no, era terror. Ya no recuerda ni su nombre, pero no olvida su cara ni su voz:

“Pinche gorda”, “hay que ir al baño más seguido”, “bolsa de pedos”…

Era tal su angustia que todos los días pensaba cómo hacer para no pasar por ahí y topárselo.

Él nunca se había atrevido a agredirla físicamente. Ni falta hacía. Pero sí la amedrentaba todo el tiempo.

En una ocasión, la ofensa se desbordó: caminaba Margarita por el patio cuando su compañero le aventó un raspado a la falda así, gigante, rojo. Parecía sangre. Se fue al baño a llorar y lloró mucho. Lavaba su falda y lloraba. Lavaba su falda. Lloraba.

Como no entró a clases, sus compañeras la buscaron y al enterarse acusaron al agresor.

La trabajadora social, indignada, llamó a ambos.

Y Margarita se atrevió a decirle al muchacho en su cara todo lo que sentía. “Siento un miedo enorme por ti, pero siento más mucho odio, te lo juro, mucho. Quisiera que te murieras ahorita. Y así, muerto, te escupo”.

La trabajadora social amenazaba al adolescente:

–Te voy a suspender.

–No, por favor, perdóname –suplicaba él a Margarita.

Pero no.

–Nunca te voy a perdonar. Ojalá te murieras.

Tenía 13 años Margarita. Pesaba 110 kilos.

"He sufrido muchas cosas que ni mi familia sabe. Muchas. Fue algo muy fuerte y muy cabrón. ¿Te imaginas, una niña de trece años maldiciendo llena de miedo, ira y rencor? ¿Por qué? ¿Por gorda?”


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