viernes, 13 de abril de 2012

Trabajar de noche puede causar obesidad

Actualmente, los seres humanos nos encontramos expuestos a efectos artificiales, como nuestros sistemas de iluminación, que no corresponden con las condiciones de luz-oscuridad en la naturaleza y nos hacen perder sincronía en nuestros relojes biológicos, lo que puede derivar, incluso, en problemas de salud tales como la obesidad y la diabetes.

Un tema relevante para los cronobiólogos es estudiar cómo las actividades laborales alteran los relojes biológicos, al imponer horarios que son estresantes e incompatibles con las necesidades biológicas de la persona, tal es el caso de las enfermeras, los pilotos o los conductores de camiones.

Hace algunos días, los científicos más importantes en el campo de la cronobiología reunidos en el Tercer Congreso Mundial de esta ciencia en la ciudad de Puebla, coincidieron en que mantener sincronizados nuestros relojes biológicos es positivo para la salud.

En el evento académico, los especialistas intercambiaron conocimientos sobre los mecanismos fisiológicos que subyacen al funcionamiento de los relojes biológicos, además de explorar nuevos caminos para mejorar la salud, la calidad de vida y la preservación de la biodiversidad.

El reloj circadiano

Uno de los ritmos más importantes para los seres humanos, plantas y animales, es el ciclo de luz-oscuridad. Los seres humanos nos sincronizamos con este ciclo mediante el reloj circadiano, nuestro mecanismo interno que controla los horarios de sueño y otros procesos biológicos, como los horarios de comidas y el funcionamiento del sistema inmune, y nos mantiene en sintonía con los ciclos naturales.

Para que este reloj funcione correctamente, existen complejos mecanismos internos que marcan el paso, como células fotorreceptoras en la retina de nuestros ojos y estructuras cerebrales como el núcleo supraquiasmático. También entran en juego mecanismos externos como la luz del ambiente y los alimentos. Así, nuestro reloj biológico se sincroniza y funciona correctamente.

Recomendaciones de los especialistas

Sobre la importancia de estar sincronizado, Urs Albretch, científico de la University of Fribourg in Switzerland, explicó que el estrés es uno de los factores que llevan a las personas a la desincronización de sus relojes biológicos.

Por esta causa, dijo, muchas veces las personas permanecen despiertas en horas en que deberían estar dormidas, puesto que están despiertas comen, pero lo hacen en el momento incorrecto, cuando el organismo no está preparado para recibir ese alimento.

El especialista en mecanismos moleculares del reloj circadiano recomendó evitar ingerir alimentos cuando una persona debería de estar dormida, y especialmente evitar alimentos dulces y pan blanco, porque inducen altos picos de insulina y desincronizan el metabolismo.

Urs Albrecht resaltó que la luz es una de las más potentes señales sincronizadoras y afirmó que todos deberíamos de pasar, al menos, una hora al día en exterior. La luz natural, detalló, tiene una intensidad de cien mil lux, mientras que la luz artificial tiene solo entre quinientos y mil lux, por eso, la primera ayuda a sincronizarnos con el ciclo natural de luz-oscuridad.

En el tema del ciclo de ayuno y alimentación, Mauricio Díaz Muñoz, investigador del Instituto de Neurobiología de la UNAM, expresó que lo ideal es comer de manera regular, sólo cuando el organismo lo necesita y no ingerir alimentos continuamente, rigiéndonos por inercias sociales.

El biomédico de la UNAM señaló que los experimentos en laboratorio han demostrado que ratas que ingieren la misma cantidad de alimento en diferentes momentos lo procesan de manera distinta. Las ratas que están despiertas y comen en su fase de descanso ganan más peso que las ratas que comen durante su fase de actividad. En los humanos sucede lo mismo, advirtió.

Por su parte, María Luisa Fanjúl, profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM y miembro del comité organizador del Congreso Mundial de Cronobiología, comentó que para la ciencia médica es relevante conocer cómo actúan los fármacos desde el punto de vista del tiempo, porque eso permite un mejor uso de las terapias, por ejemplo, en el caso de la quimioterapia contra el cáncer, usarla considerando los ritmos biológicos podría potenciar su efecto.

Otros investigadores, como Luiz Menna, de la Universidad de Sao Paulo en Brasil, dieron algunos consejos para mejorar la sincronización, aún en las circunstancias de la vida moderna.

El científico brasileño consideró que es muy común pensar en el ser humano como una máquina que se prende y se apaga, cuando la realidad es que el cuerpo presenta ritmos y ciclos naturales.

Menna indicó que si tomáramos, por ejemplo, nuestra temperatura corporal 5 o 6 veces al día por un par de semanas y dibujáramos una gráfica con los valores obtenidos, podríamos observar cómo estamos oscilando. En esta gráfica es posible identificar los momentos en los que nos sentimos más despiertos o más activos y somos, por lo tanto, más productivos. La idea de una fatiga lineal durante el día no es real, consideró.

El cronobiólogo también recomendó llevar un diario donde se registren los horarios de sueño. En él sugirió marcar, por ejemplo, cuándo nos quedamos dormidos o los días en que nos desvelamos y anotar la hora en que despertamos al día siguiente, sin olvidar describir como nos sentimos y si despertamos naturalmente o con la ayuda de un despertador.

Este ejercicio, explicó, permitiría encontrar nuestras zonas prohibidas de sueño y vigilia, esos momentos en los que rara vez se está despierto o dormido. Dicho diario serviría también para observar cómo una alteración brusca de los ciclos naturales de sueño, tiene consecuencias en nuestro organismo y en nuestro estado de ánimo.

Los trabajos del Tercer Congreso Mundial de Cronobiología, que reunieron a más de 200 especialistas de 10 naciones del mundo, se llevaron a cabo en el Complejo Cultural Universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con el apoyo de diversas instituciones de nuestro país.

El comité organizador del Congreso estuvo presidido por el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, a través del investigador Raúl Aguilar Roblero. También participaron en la organización la Coordinación de la Investigación Científica, los institutos de Neurobiología e Investigaciones Biomédicas y la Facultad de Ciencias, todos ellos de la UNAM, así como la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Información difundida por eluniversal.com.mx, con datos de la Dirección de Divulgación de la Ciencia UNAM

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