Mito 1.- Todas las fibras son iguales
Existen dos tipos de fibra básicos que poseen funciones diferentes. La fibra insoluble se encuentra en el salvado de trigo, los frutos secos y muchas verduras. Presenta una estructura gruesa y basta y no se disuelve en el agua, de manera que recorre el tubo digestivo y aumenta el volumen de las heces. La fibra soluble se encuentra en la avena, las judías, la cebada y algunas frutas. Se disuelve en el agua para formar un material con consistencia de gel en el tubo digestivo. Se ha demostrado que, si se come habitualmente, la fibra soluble reduce ligeramente el nivel de colesterol LDL (ya sabes, el malo).
Mito 2.- La fibra no tiene calorías
La fibra se compone básicamente de moléculas de azúcar. Estas moléculas se mantienen unidas por unos enlaces químicos que al cuerpo le cuesta mucho romper. De hecho, el intestino delgado no es capaz de descomponer la fibra soluble ni la insoluble: ambas salen del cuerpo igual que han entrado. Por eso algunos expertos afirman que la fibra no aporta calorías. Sin embargo, esta afirmación no es del todo exacta. En el intestino grueso, las moléculas de fibra soluble se convierten en ácidos grasos de cadena corta que sí aportan algunas calorías. Un gramo de carbohidratos normales tiene 4 calorías aproximadamente, las mismas que un gramo de fibra soluble (la fibra insoluble tiene cero calorías).
Mito 3.- La fibra no me ayudará a perder peso
Los beneficios de la fibra, en cuanto a control del peso, compensan de sobras las pocas calorías que pueda aportar. La conclusión de un análisis publicado en la revista Nutrition es clara: las personas que incluyen fibra en su dieta pierden más peso que aquellos que no la toman. La fibra te obliga a masticar más y ralentiza la ingesta de nutrientes, con lo que el organismo cree que ya has comido suficiente. Por si esto fuera poco, algunas fibras podrían estimular la producción de CKK, una hormona gastrointestinal que estimula el organismo para suprimir el apetito.
Mito 4.- Toda la fibra es completamente natural
Hoy en día hay todo tipo de alimentos con fibra: yogures, zumo de uva, edulcorantes. Si te parece imposible, recuerda que se trata de moléculas. No tienes que ver ni notar la fibra para que esté presente. Ahora los científicos tienen una nueva clase de fibra que denominan fibra funcional, es decir, que se crea y añade a los alimentos procesados.
Mito 5.- Los suplementos con fibra no son saludables
Los alimentos con fibra añadida no proporcionan necesariamente los beneficios que cabría esperar de ellos. La inulina, por ejemplo, una fibra soluble extraída de la raíz de achicoria, es un ingrediente habitual de las barritas de cereales. Además de aumentar el contenido de fibra, se utiliza a menudo como sustituto de la grasa. La inulina se conoce como prebiótico, lo que significa que favorece el crecimiento de bacterias saludables en el intestino. Y eso es bueno, por supuesto. Sin embargo, no reduce el colesterol al igual que la fibra del salvado de trigo.
Mito 6.- Hay que tomar 38 gramos cada día
Científicos del Instituto de Medicina de los Estados Unidos recopilaron datos de tres estudios y dieron con el número 38 en 2005. Es el equivalente a 9 manzanas o 12 tazones de avena instantánea (la mayoría de gente ingiere alrededor de 15 gramos de fibra al día). Los investigadores hallaron una relación entre una ingesta elevada de fibra y una baja incidencia de cardiopatías. Sin embargo, ninguno de los grupos estudiados que siguieron una dieta rica en fibra llegaron a un promedio de 38 gramos diarios, sino que esas personas experimentaron un beneficio máximo con una ingesta diaria de alrededor de 30 gramos. Asimismo, merece la pena señalar que estos estudios no muestran causa y efecto, y que, a menos que tomes un suplemento, es muy difícil consumir 38 gramos de fibra por muy bien que comas. Está bien intentar llegar a esa cantidad, pero sin duda no fracasarás aunque te quedes algo corto.
Mito 7.- Comer fibra es complicado
La estrategia es simple: come con sentido común. Decántate por los alimentos integrales, sin procesar. Asegúrate de que los carbohidratos que comes son ricos en fibra (productos del campo, legumbres y cereales integrales) para ralentizar la absorción de azúcar en el torrente sanguíneo. Cuantos más carbohidratos tomes, más importancia tendrá la fibra como ayuda para minimizar las fluctuaciones en el nivel de glucemia, señalan expertos de la Universidad de Connecticut (EE.UU.).
Fuente.-
menshealth.es