martes, 30 de abril de 2013

El amor de mamá "engorda"

A los 10 años, Antonio pesaba 75 kilos y medía aproximadamente 1.50 metros. "Mis papás creían que darme comida sin límites era sano, y que un niño gordo era la persona más saludable del planeta", dice. Recuerda que cuando era su turno de ir a la tortillería, compraba kilo y medio, porque de regreso a casa se comía 500 gramos.

Pasaba las tardes viendo televisión y comiendo cereal con salsa catsup. "Para mis papás yo era un niño feliz, mientras yo estaba endemoniadamente angustiado. Comer calmaba mi ansiedad, pero era niño obeso y me la pasaba jalándome la camisa para que no se me vieran las chichis (mamas)", dice Antonio, quien pidió no ser identificado con su verdadero nombre.

En México, el 9.7% de los niños menores de 5 años y el 34.4% de los niños de 5 a 11 años de edad tienen sobrepeso u obesidad, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012.

El problema del sobrepeso infantil es multifactorial e intervienen las emociones, la genética, la cultura y la familia, según especialistas. "Pero el problema central es que el niño cada vez más aumenta su consumo de alimentos calóricos y se mueve menos", dice Edgar Manuel Vázquez Garibay, director del Instituto de Nutrición Humana de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

Los problemas alimentarios tienen sus raíces en casa, particularmente en la mesa, dice Irma Gabriela Navarro Machuca, psiquiatra infantil del Hospital Civil de Guadalajara.

Antonio recuerda: "Mis padres querían darme amor, y me daban comida, pero no un abrazo".

"Las madres para premiar a sus hijos los sobrealimentan como una forma de sustituir las carencias que ellas tuvieron", dice Navarro.

La psiquiatra explica que en ocasiones las emociones se proyectan en la comida: la mesa se vuelve el campo de batalla donde la madre exige a los niños comer todo lo que les sirve. "A veces se cree que el niño que come bien es el que le agradece a la madre el esfuerzo de haberle hecho de comer".

Pero eso puede generar sobrepeso, según un estudio publicado por la Universidad de Minnesota. “La presión parental a la hora de comer elimina la capacidad de un niño para responder naturalmente a su propia hambre (...) En su lugar, los alienta a responder a las señales de su entorno”, según el estudio.

Lo recomendable es ofrecerle un menú equilibrado al niño, según los especialistas, y darle la oportunidad de tener más actividad física.

Fuente.- cnn.com

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