Parecen un alimento sano: en sus cajas informan de que contienen hierro, vitamina B12, vitamina D, vitamina E y ácido fólico, entre otros. Sin embargo, múltiples nutricionistas claman contra ellos: tienen demasiado azúcar y sus bondades no son naturales, sino añadidas. Quizá su máximo exponente sean los Corn Flakes de Kellogg’s por su historia, por su amplia presencia y, sobre todo, por ser buque insignia. Son un clásico. Tal es su aceptación que ya se ha olvidado su origen comercial: el de comida rápida.
El doctor John Harvey Kellogg y su hermano Will Keith Kellogg inventaron los cereales por casualidad en 1894 y pronto se popularizaron entre los pacientes del sanatorio que dirigían. Por ello, en 1906 crearon una empresa para comercializarlos. Eso sí, para asegurarse el éxito, introdujeron algo de azúcar en la receta, que con los años fue en aumento. «Los cereales para el desayuno pronto comenzaron su descenso hacia la tierra baldía nutricional de los cereales azucarados modernos, realizando esfuerzos de marketing dirigidos a los primeros niños del “baby boom” después de la Segunda Guerra Mundial», asegura Heather Arndt Anderson en su libro «Breakfast: A History (The Meals Series)».
Su avance fue imparable: no sólo satisfacía el gusto de los más pequeños —los cereales de General Mills llegaron a tener un 46% de azúcar en 1954, según el experto Andrew F. Smith— , sino que gracias al márketing y a las cambios sociales —la mujeres entraron en el mercado laboral— todos los factores parecían favorecer su trayectoria.
A partir de los años 30, las empresas de cereales empezaron a crear «mascotas» divertidas para los anuncios y en 1946, Kellogg’s también comenzó a regalar junto con los cereales pequeños juguetes de plástico para así captar la atención de los más pequeños. En pleno «baby boom» en EE.UU., tras la Segunda Guerra Mundial y con las madres entrando en el mercado de trabajo —y, por tanto, con menos tiempo—, los cereales se convirtieron en el sustituto de un desayuno variado y nutritivo. En la actualidad, el 90 por ciento de los niños estadounidenses toman cereales para desayunar, aunque la concienciación social y las organizaciones de consumidores han empujado a las empresas a reducir los azúcares, enriquecer con vitaminas y minerales el producto o buscar fórmulas que, no obstante, siguen sin convencer a todos.
Fuente.- abc.es
El doctor John Harvey Kellogg y su hermano Will Keith Kellogg inventaron los cereales por casualidad en 1894 y pronto se popularizaron entre los pacientes del sanatorio que dirigían. Por ello, en 1906 crearon una empresa para comercializarlos. Eso sí, para asegurarse el éxito, introdujeron algo de azúcar en la receta, que con los años fue en aumento. «Los cereales para el desayuno pronto comenzaron su descenso hacia la tierra baldía nutricional de los cereales azucarados modernos, realizando esfuerzos de marketing dirigidos a los primeros niños del “baby boom” después de la Segunda Guerra Mundial», asegura Heather Arndt Anderson en su libro «Breakfast: A History (The Meals Series)».
Su avance fue imparable: no sólo satisfacía el gusto de los más pequeños —los cereales de General Mills llegaron a tener un 46% de azúcar en 1954, según el experto Andrew F. Smith— , sino que gracias al márketing y a las cambios sociales —la mujeres entraron en el mercado laboral— todos los factores parecían favorecer su trayectoria.
A partir de los años 30, las empresas de cereales empezaron a crear «mascotas» divertidas para los anuncios y en 1946, Kellogg’s también comenzó a regalar junto con los cereales pequeños juguetes de plástico para así captar la atención de los más pequeños. En pleno «baby boom» en EE.UU., tras la Segunda Guerra Mundial y con las madres entrando en el mercado de trabajo —y, por tanto, con menos tiempo—, los cereales se convirtieron en el sustituto de un desayuno variado y nutritivo. En la actualidad, el 90 por ciento de los niños estadounidenses toman cereales para desayunar, aunque la concienciación social y las organizaciones de consumidores han empujado a las empresas a reducir los azúcares, enriquecer con vitaminas y minerales el producto o buscar fórmulas que, no obstante, siguen sin convencer a todos.
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