La lucha contra la gordura ha sido hasta ahora un fracaso resonante para los laboratorios farmacéuticos. Pero eso no quiere decir que hayan desistido de intentarlo.
Durante casi un siglo, los científicos han luchado para producir una píldora de dieta que ayude a la gente a perder grasa pero sin efectos secundarios que van desde problemas digestivos embarazosos hasta peligros para el corazón.
La semana pasada, un panel del gobierno recomendó que la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA en inglés) aprobara la nueva píldora Qnexa.
La recomendación despierta la esperanza de que Estados Unidos pueda aprobar la primera droga contra la obesidad en más de una década, pero también ilustra las dificultades de crear una píldora que combata la grasa en una variedad de gente sin generar efectos secundarios negativos. Incluso Qnexa había sido rechazada por la preocupación de que pudiese causar palpitaciones cardíacas y defectos de nacimiento en mujeres embarazadas.
"Tener una píldora para la obesidad sería como decirme que existe un fármaco para la fiebre", dijo el doctor Mitchell Roslin, director de cirugía bariátrica en el Hospital del Norte de Westchester en el estado de Nueva York. "Puede haber millones de diferentes motivos por el que alguien sea obeso; realmente es un síntoma de varios mecanismos subyacentes".
Una píldora efectiva y segura tendría una venta fácil en Estados Unidos: con más de 75 millones de adultos obesos, la tasa de obesidad nacional se aproxima al 35%. Pero el mayor problema para producir una píldora es que no parece existir un modo seguro de desactivar una de las funciones más fundamentales del organismo.
Durante millones de años, los seres humanos han sido programados para consumir calorías y almacenarlas en forma de energía o de grasa. Este es el mecanismo biológico que prácticamente imposibilita perder peso rápidamente con sólo dejar de comer. Cuando uno reduce la ingestión de alimentos envía una señal enérgica al organismo para que almacene más calorías.
"Durante la mayor parte de la historia humana las calorías han sido escasas y difíciles de conseguir, y por eso tenemos numerosas defensas naturales contra el hambre", explicó el doctor David Katz, del Centro de Investigación Preventiva en la Universidad de Yale. "No tenemos defensas contra la ingestión excesiva porque nunca las hemos necesitado antes".
Por eso, la industria farmacéutica ha buscado durante casi cien años un producto que pueda ayudar al organismo a perder peso. Pero todavía no ha logrado su objetivo e incluso muchos de los experimentos han resultado fatales.
Durante casi un siglo, los científicos han luchado para producir una píldora de dieta que ayude a la gente a perder grasa pero sin efectos secundarios que van desde problemas digestivos embarazosos hasta peligros para el corazón.
La semana pasada, un panel del gobierno recomendó que la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA en inglés) aprobara la nueva píldora Qnexa.
La recomendación despierta la esperanza de que Estados Unidos pueda aprobar la primera droga contra la obesidad en más de una década, pero también ilustra las dificultades de crear una píldora que combata la grasa en una variedad de gente sin generar efectos secundarios negativos. Incluso Qnexa había sido rechazada por la preocupación de que pudiese causar palpitaciones cardíacas y defectos de nacimiento en mujeres embarazadas.
"Tener una píldora para la obesidad sería como decirme que existe un fármaco para la fiebre", dijo el doctor Mitchell Roslin, director de cirugía bariátrica en el Hospital del Norte de Westchester en el estado de Nueva York. "Puede haber millones de diferentes motivos por el que alguien sea obeso; realmente es un síntoma de varios mecanismos subyacentes".
Una píldora efectiva y segura tendría una venta fácil en Estados Unidos: con más de 75 millones de adultos obesos, la tasa de obesidad nacional se aproxima al 35%. Pero el mayor problema para producir una píldora es que no parece existir un modo seguro de desactivar una de las funciones más fundamentales del organismo.
Durante millones de años, los seres humanos han sido programados para consumir calorías y almacenarlas en forma de energía o de grasa. Este es el mecanismo biológico que prácticamente imposibilita perder peso rápidamente con sólo dejar de comer. Cuando uno reduce la ingestión de alimentos envía una señal enérgica al organismo para que almacene más calorías.
"Durante la mayor parte de la historia humana las calorías han sido escasas y difíciles de conseguir, y por eso tenemos numerosas defensas naturales contra el hambre", explicó el doctor David Katz, del Centro de Investigación Preventiva en la Universidad de Yale. "No tenemos defensas contra la ingestión excesiva porque nunca las hemos necesitado antes".
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Fuente: Univision.com
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